A 57 años de la matanza de Tlatelolco, el recuerdo del Movimiento Estudiantil de 1968 permanece como una memoria viva de lucha, dolor y esperanza.
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De la redacción/OGY: Mérida, Yucatán.
Mañana será 2 de octubre, fecha que en México no se olvida. La Fundación Friederich Ebert organiza un seminario sobre la realidad alemana que, para quienes participaron en aquellos años convulsos, evoca inevitablemente el recuerdo del movimiento estudiantil de 1968 y el eco de la consigna: “Para que no se olvide y no se repita”.
Para recordar este suceso, Noé Peniche Patrón señaló que este encuentro enlaza con la cuarta entrega del ciclo dedicado al Movimiento Estudiantil del 68, que busca mantener viva la memoria a través de una cronología hemerográfica que conecta a México con otros sucesos internacionales de la época: la Primavera de Praga y el Mayo Francés.
En aquella narrativa histórica, el movimiento en México puede leerse como un montaje de tres actos, con estudiantes, intelectuales y artistas como protagonistas. Figuras como Cervando González y Rodolfo Landa, vinculado con el entonces secretario de Gobernación Luis Echeverría, dan cuenta de un escenario complejo en el que el poder político y el espíritu de resistencia juvenil se enfrentaron en un choque irreconciliable.
1968 no fue un año aislado. Fue un mundo entero en protesta: contra la Guerra de Vietnam, contra la represión soviética en Checoslovaquia, contra la violencia racial que arrebató la vida a Martin Luther King y a Robert Kennedy, contra la crudeza que terminó con el Che Guevara en Bolivia.
La inmolación de Jan Palach frente a la Universidad de Praga ante los tanques soviéticos se convirtió en símbolo universal de la desesperación y la resistencia. Y en México, la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco dejó una herida abierta, producto de la Guerra Fría, de los cálculos políticos de una sucesión presidencial adelantada y de la ausencia de respaldo generacional que sí acompañó a los jóvenes en Francia.
A más de medio siglo, el 68 mexicano no es solo historia: es advertencia. Una herida que no termina de cerrar, pero que sigue marcando la exigencia de memoria, justicia y democracia.
“Para que no se olvide y no se repita” sigue siendo consigna y deber histórico...(OGY)