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La última generación de apicultores

La Península de Yucatán enfrenta una crisis silenciosa: no son las abejas las que están desapareciendo, sino quienes las cuidan

José Pallotta/OGY: Mérida, Yucatán.

Durante la reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Yucatán, surgió un tema que merece atención urgente y acciones concretas: el destino incierto de los apicultores en la península.

Porque aunque las abejas siguen ahí -polinizando cultivos, sosteniendo ecosistemas- los hombres y mujeres que por generaciones las han cuidado están abandonando la actividad. No por falta de vocación, sino por el abandono institucional.

Como bien lo han resumido reconocidos expertos en la materia: “Se están acabando los apicultores, no las abejas.”  Y detrás de esa frase hay una verdad incómoda: la falta de apoyos, capacitación y políticas públicas efectivas que han puesto en jaque una tradición ancestral que no solo genera miel, sino vida.

La mayoría de los apicultores actuales aprendieron el oficio de sus padres o abuelos, hoy, su promedio de edad ronda los 60 años, son productores sociales, muchos en comunidades rurales, que llevan años enfrentando un entorno cada vez más adverso.

La crisis climática, los precios injustos del mercado y el desdén gubernamental han provocado que las nuevas generaciones ya no quieran ni puedan continuar con esta labor.

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El problema no es sólo técnico, es también formativo, hubo un tiempo en que las escuelas técnicas agropecuarias contaban con talleres de apicultura, donde se formaban técnicos y especialistas.

Hoy esos espacios han desaparecido, urge rescatarlos, actualizarlos y convertirlos en centros de innovación y resiliencia.

Se requiere también una profunda capacitación: las abejas de hoy no se comportan igual que hace 30 años, el clima ha cambiado, las flores escasean, las enfermedades aumentan, y los apicultores necesitan herramientas, no discursos.

El Gobierno Federal tiene la oportunidad y la responsabilidad de revertir esta tendencia, de apostar por la organización, la formación y el acompañamiento técnico.

Porque si no se actúa pronto, lo que desaparecerá no será solo una actividad económica, sino una forma de vida ancestral que ha alimentado a México y al mundo, aún hay tiempo. Pero no será por mucho…(OGY)

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