
Por: Víctor Lara Martínez/OGY: Mérida, Yucatán.
Es un innegable plagio al coronel Aureliano Buendía, pero yo siempre recuerdo cuando mi papá nos llevaba, a mis hermanos y a mí, al aeropuerto de esta ciudad de Mérida a ver bajar los aviones.
Era cuestión del azar, nos estacionábamos y esperábamos, sin horarios de vuelos, a que los aviones aterrizaran o no. Y era de lo más divertido calcular cuánto tiempo tardaría un avión en aparecer o en despegar. Algunas veces nos contentábamos con contar estrellas o luciérnagas.
En mi ciudad natal, Tizimín, si había hielo y cinematógrafo, pero no había aviones y menos aeropuerto. Este se construyó muchos años después para que la reina de Inglaterra pudiera llegar a inaugurar el zoológico que recibiría, en su honor, el romántico nombre de “El parque de la Reina”, el que actualmente tiene las puertas de la entrada pintadas de azul pastel.
La afortunada idea de crear un zoológico para que inaugurara Su Majestad se la debemos al finísimo don Carlos Loret de Mola, quien era entonces gobernador del Estado.
El día de la inauguración, en un hermoso punto cerca del lago de los flamen-cos, la reina recibió una acogedora sorpresa cuando escuchó el himno “Tierra de esperanza y gloria”, en inglés, en las voces de miles de niños de primaria, todos vestidos de blanco, pues debe haber comprendido que fue una enorme tarea de maestros y maestras enseñar esta canción en inglés a niños que mayormente hablan español o maya.
¿Y cómo llegó la reina de Inglaterra a este rincón del Oriente? Un año antes de este suceso, el licenciado Luis Echeverría Álvarez, que era Tizimín y la reina entonces Presidente de la República, había hecho la invitación directamente a la reina en Buckingham.
“Pero será una visita sin discursos y sin corona” recomendó el dinámico presidente. Palabras fueron, palabras volvieron, un tibio sol de febrero, la reina visitó la embajadas y diplomáticos se encargaron de los trámites protocolarios, y un día la reina y su comitiva pisaron suelo mexicano.
Y un día, mejor dicho, una noche, reina, príncipe consorte y comitiva, se encontraron en Uxmal, en el impresionante Cuadrángulo de las Monjas que se lució como en sus mejores tiempos prehispánicos antes de que xiues y cocomes arreglaran sus asuntos de mala manera, antorchas y tunkules sustituidos por los efectos de luz y sonido. En una cena a la que asistieron 400 a 500 invitados, todos vestidos con el elegante traje regional yucateco.
Chaac respondió afirmativamente a los danzantes que lo invocaron, Chaac! Chaac!.
La reina rechazó elegantemente el paraguas ofrecido por el gobernador, y, reina, gobernador y principe Xiu recibieron el homenaje de Chaac, lo mismo que nosotros para no ser menos regios.
El zoológico de la reina ha seguido funcionando a pesas de muchos malos ratos, entre ellos, el huracán Gilberto que ocasionó muchos destrozos además de llevarse la enorme palapa que servía como restaurante.
En cuanto al ambicioso aeropuerto ya desaparecido fue muy útil para exportar, a veces, ganado a Sur América para que aterricen de vez en cuando visitas importantes, y, sobre todo como pista de carreras de bicicletas.
En Tizimín, después de inaugurar su parque, en un hermoso día iluminado por un tibio sol de febrero, la reina visitó la escuela técnica agropecuaria, Cabalán Macari Canán y en ella el taller de lácteos Matías Aguiar Rosas, ambos caballeros pioneros de la ganadería moderna en el Estado.
La reina visitó encantada, siempre sonriente, las instalaciones de la escuela en cuyo auditorio se improvisó un restaurante que estuvo a la altura de una sobe-rana.
El plato principal: filete de venado sencillamente guisado, y como postre la irresistible torta de cielo, orgullo de nuestras reposteras yucatecas.
La comida fue ofrecida por el entusiasta diputado y ex director de la escuela que supo lucirse con la brevedad de sus palabras, nada de tercer mundo ni de monarquías, fue sencillamente el saludo del pueblo mexicano a una ilustre visitante.
Por cierto, algo simpático había ocurrido años atrás durante una visita del licenciado Echeverría a esta escuela, una de sus favoritas. Después de recorrer talleres, corrales y salones, el Presidente quiso dar un paseo por los exteriores.
Un jeep destechado fue puesto a su disposición. Cuentan las crónicas que el Presidente se puso al volante cuando vio que el que conducía era el director de la escuela que tenía fama de no ser muy buen chofer. También cuentan las crónicas, y demuestran las fotografías. La satisfacción del visitante que nunca escondió su amplia sonrisa.
La reina y su comitiva se reunieron en nuestro estado, encantados de la recepción ofrecida por el pueblo yucateco, un discurso y sin corona. Anita Aguiar Loria...(OGY)